Carmen Álvarez: "Karol Wojtyla formó su personalismo a través de la poesía y el teatro antes de ser Papa"

La Editorial Didaskalos ha publicado el libro de Jeremías y el de Job dentro de esta colección.
La profesora de la Universidad Eclesiástica San Damaso de Madrid participa en las Jornadas de Filosofía Personalista.
El Aula Sant Jordi del Ateneo Universitario Sant Pacià ha acogido este fin de semana la primera edición de las Jornadas de Filosofía Personalista. Organizada por el Instituto Emmanuel Mounier y la Asociación Española de Personalismo bajo el lema 'Personalismo hoy: pensar juntos', el encuentro ha reunido a cerca de un centenar de personas de Cataluña y otras partes del Estado que han reflexionado sobre el personalismo comunitario desde diferentes perspectivas. Una de las participantes ha sido Carmen Álvarez, profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica San Damas de Madrid, que con su conferencia ha explorado las raíces poéticas y teatrales que hicieron de Karol Wojtyla una figura única dentro del personalismo mucho antes de ser Papa.
¿Cómo ha vivido estas primeras Jornadas de Filosofía y Personalismo?
Ha sido enriquecedor participar en este espacio de encuentro, diálogo y reflexión. Ha habido aportaciones muy valiosas desde diferentes puntos de vista y todas han confluido en el centro de la vida social y cultural el valor de la persona. Hay que agradecer el esfuerzo de las entidades organizadoras, que se han unido para llevar a cabo la iniciativa y abrir así esta línea de pensamiento tan fecunda que esperamos que pueda continuar en los próximos años.
¿Cómo fue, a grandes rasgos, el camino de Karol Wojtyła hacia el personalismo?
Fue un camino lento pero lineal y continuo. Los biógrafos sostienen que comenzó a partir de la experiencia de Wojtyla durante la Segunda Guerra Mundial, la ocupación de Polonia, la tragedia que supuso para él vivir aquella circunstancia. Pero el análisis interno de las poesías y las primeras obras de teatro que escribió en sus años de juventud nos permite llegar a la conclusión de que las raíces del personalismo de Wojtyla empiezan a manifestarse en su etapa en el instituto y en la universidad de Cracovia. Allí estudió filología polaca y fue en este ambiente (periodo de entreguerras) donde comenzó a hacer de la persona el centro de su poesía, su teatro y su pensamiento. Y eso continuó de forma progresiva y segura hacia el personalismo más maduro de su época filosófica. Y sobre todo de sus documentos magisteriales, ya como papa Juan Pablo II.
¿Qué aporta Karol Wojtyla a la filosofía personalista?
Es un autor que se encuadra dentro de esta filosofía personalista pero sin pertenecer a ninguna escuela personalista. Su personalismo es original porque bebe y dialoga con estas primeras raíces de la cultura grecolatina, la épica, la gran tragedia griega, el romanticismo europeo y místicos hispanos como San Juan de la Cruz; a partir de ahí, aprende a valorar al hombre desde su interioridad como ser que se narra y se escenifica a sí mismo. Este diálogo, que tiene como centro al hombre y toda la realidad humana, su historia y cultura y paisaje y naturaleza, lo trata en su obra filosófica, especialmente a Persona y acción y Amor y responsabilidad. Su personalismo surge a la sombra de todo este bagaje.

Usted es responsable de la edición y estudio preliminar de 'Job', una de las obras de teatro de quien llegaría a ser San Juan Pablo II. ¿Qué elementos del contexto histórico y personal de Karol Wojtyla influyen más claramente en la composición de Job y cómo se reflejan en este texto?
El contexto de esta obra es el inicio de la Segunda Guerra Mundial, mientras Wojtyla estudiaba en la universidad. En aquel tiempo estaba entusiasmado con su vocación artística y apasionadamente entregado al teatro, a la poesía, a la literatura. También participaba activamente en todos los círculos literarios y artísticos de la ciudad de Cracovia, en un ambiente rodeado de gente importantísima de este ámbito. Hasta que, de repente, estalló la guerra. Entonces se cerró la universidad y él vio truncada su vocación artística y dramatúrgica. Fue el inicio de un momento oscuro interior para él que lo llevó a pedirse por el sentido del sufrimiento del hombre justo en un contexto muy violento como era la ocupación de Polonia por parte de Alemania. Así que buscó el sentido de lo que vivía en las Sagradas Escrituras, especialmente en los libros del Antiguo Testamento, y respondió a esta pregunta sobre el sentido del mal en la persona justa y el dolor con esta obra, Job.
¿El Job de Wojtyla es una reelaboración del relato bíblico?
Efectivamente. El personaje central es también Job, protagonista de una historia de sufrimiento y de dolor de una persona justa que pierde absolutamente aunque en esta situación de sufrimiento y desnudez sin sentido, empieza a preguntarse por sí mismo. Toda la trama de la obra gira en torno a este proceso interior de Job, esas preguntas tremendas que se hace y el camino interior que lo lleva al descubrimiento de sí mismo y de Cristo. Wojtyla profundiza en este el proceso hasta que resuelve el problema de su identidad (quién soy yo, quién es Dios, por qué el mal) cuando se encuentra con Cristo en la cruz. Su conclusión es que el verdadero hombre justo es Cristo.
A la luz de lo que se describe en 'Jeremías', otra obra de juventud de Wojtyla, ¿qué implica la pérdida de la identidad cristiana y qué paralelismo tendría la Polonia de 1940 con la sociedad postcristiana actual en lugares como Cataluña o España?
Karol Wojtyla escribió Jeremías poco después de escribir Job. En esta obra reflexiona sobre la guerra en el contexto de su patria, Polonia. Se pregunta qué ha llevado al país a caer en una situación de fracaso histórico nacional y de crisis de identidad. Es una situación que lo aflige porque para él, la identidad de la nación está estrechamente vinculada a su identidad personal. Con esta obra, que plantea temas de una actualidad tremenda, Wojtyla llega a la conclusión de que cuando una nación se aparta de Dios, del orden moral querido por Dios, cuando renuncia a su identidad cristiana, experimenta su fracaso nacional, político. Piensa en Polonia, pero al mismo tiempo en cualquier nación; él escribe para hablar con los hombres y mujeres de todas las épocas y culturas, con visión universal.

¿Cómo influyó la vocación artística y teatral de Wojtyla en su manera de asumir el papado?
Antes de ser capellán fue un gran actor y poeta. Sus biógrafos señalan este dato, pero no profundizan en la relación entre esta vertiente artística y su vocación al sacerdocio. Para Wojtyla, el teatro fue decisivo para descubrir su vocación sacerdotal. Él entendía la figura del poeta, como intermediario entre Dios y los hombres, alguien que está al servicio de la verdad, de la palabra. A partir de ahí, el paso que le llevó a ser capellán fue fácil, aunque nunca abandonó su vocación artística, ya que mientras fue capellán, obispo, cardenal continuó escribiendo poesía y teatro y participó en representaciones. Posteriormente, cuando fue elegido Papa y se empezó a encontrar en escenarios tan enormes, su experiencia como actor le ayudó a meterse en el bolsillo aquellas masas de gente tan grandes.
Durante el pontificado ¿continuó cultivando la pasión por la poesía y el teatro?
Por descontado. Citaba mucho a su poeta preferido, Cyprian Kamil Norwid, que fue uno de los autores del romanticismo polaco que más influyó en algunos de sus documentos magisteriales, como en la encíclica Laborem.
En abril se cumplirán veinte años de su muerte. ¿Qué cree que pensaría el Papa polaco si viera cómo está el mundo en la actualidad? Él, al final de su vida, enfermo como estaba, insistió mucho en evitar la invasión ilegal de Irak por parte de EEUU.
La experiencia de la guerra marcó al Papa Wojtyla profundamente y para toda la vida. Fue una noche obscura, una prueba inmensa. Él explicaba cómo hacía cola durante horas a muchos grados bajo cero para conseguir un trozo de mantequilla... El mensaje central que sacó de esta experiencia de la guerra fue la necesidad de recuperar la centralidad de la persona. En la situación actual, con tantos problemas y tantas guerras e injusticia, su mensaje insistiría igualmente en el valor y su dignidad inigualable. Una dignidad que no debe ser destruida ni por las guerras ni por otros medios como el aborto o la eutanasia.
