Recensión Estudios Eclesiásticos del libros Padres, hijos y, sobre todo, hermanos de Gabriel Richi
¿Cómo delinear la identidad del presbítero? ¿Qué enfoque doctrinal nos ayuda a su comprensión? Unas afirmaciones del santo Obispo de Hipona pertenecientes a su obra La verdadera Religión ilustran el trasfondo de esta evocadora publicación dedicada a la vida y misión de los presbíteros: «Todos son entre sí y para sí padres, cuando se hacen bien; hijos, cuando se obedecen unos a otros; y, sobre todo, hermanos, porque un mismo y único Padre los llama con su alianza a la única herencia» (XLVI, 89). Estas palabras de san Agustín sugieren que tanto la identidad propia de los sacerdotes como el quehacer eclesial en la hodierna coyuntura piden que los ministros de la Iglesia vivan una existencia de hijos, de hermanos y de padres, en la que todos los hombres puedan captar que la comunidad cristiana es la familia de Dios.
El profesor Gabriel Richi Alberti, catedrático de Eclesiología en la Facultad de Teología de la Universidad Eclesiástica San Dámaso (Madrid), cimentado en los documentos del Concilio Vaticano II, sobre todo Lumen gentium y Prebyterorum ordinis, ofrece en esta monografía pistas plausibles para avivar la espiritualidad del ministerio ordenado y nutrirla con una sólida teología. Para ello, y dentro del amplio abanico de perspectivas conciliares, se apoya primordialmente en la de la «eclesiología sacramental». Este planteamiento tiene inmediatamente dos consecuencias sustanciales, cuidadosamente desarrolladas en este volumen: la identidad esencialmente relacional del presbítero y la descripción de su misión a partir de aspectos tan cardinales como la «representación sacramental» de la única mediación de Cristo y su «diaconía» a la misión de Cristo en la Iglesia. Partiendo de este eje, el libro se vertebra en cuatro densos capítulos. El primero (“El presbiterado en la misión de la Iglesia”: pp. 19-90) escruta la identidad teológica del presbiterado. De importancia fundamental es la parte dedicada a “Los dones jerárquicos” (pp. 62-90), en la que, inspirado en la carta a los obispos de la Igle- sia católica iuvenescit Ecclesia, rubricada el 15 de mayo de 2016 por el cardenal G. L. Müller, Richi resalta el «primado de lo cristiano», así como la dimensión obediencial y ministerial propia de los dones jerárquicos. «De este modo, se podrá favorecer la superación de antiguas tentaciones clericales y, sobre todo, una participación y corresponsabilidad (sinodalidad) en la vida y misión de la Iglesia en términos de testimonio de la fe» (p. 90).
El segundo capítulo se titula “El ministerio de los prebíteros” (pp. 91-136). Aquí se explican detalladamente las «relaciones constitutivas» del presbiterado. Partiendo del envío a evangelizar, santificar y pastorear, propio de la identidad del presbítero, se abre la puerta a una hermenéutica centrada en la «comunión». El presbítero, colaborador del obispo, es también parte activa de un presbiterio, en el que se forma una «fraternidad sacramental», y es, en fin, «hermano entre hermanos». Este horizonte comunional del presbiterado «abre el camino para un ejercicio sinodal y misionero del ministerio» (p. 115). De hecho, el capítulo se cierra con una sección titulada «Cauces abiertos: La sinodalidad, signo de los tiempos para la renovación del ministerio» (pp. 118-136). Son páginas clarificadoras en las que el profesor Richi trata de acercarnos al camino sinodal, en referencia sobre todo a la propuesta del papa Francisco para el tercer milenio. Evidentemente, esta sinodalidad no es sinónimo de «democracia liberal», como si la Iglesia fuera simplemente una institución política en la que hay que distribuir los poderes; y tampoco puede verse como una simple necesidad de organizarse, en clave burocrática. Como apunta el autor, estos peligros existen y podrían re- ducir el camino sinodal a una cuestión puramente ideológica. Esta obra propone, por eso, ir a la sustancia sacramental, al carácter de escucha que le impone a la Iglesia este camino sinodal.
En tercer lugar, se examina “La vida de los presbíteros” (pp. 137-195). Se afronta aquí la cuestión de la espiritualidad sacerdotal. Al final de este capítulo, en «Cauces abiertos: Conformados con Cristo Esposo y Siervo. A propósito de la gracia sacramental del presbiterado» (pp. 167-195), se propone ampliar el concepto de «gracia sacramental del orden». Junto a la dimensión objetiva (el «carácter»), el profesor Richi reconoce en esta gracia del sacramento del orden la importancia de una dimensión más personal, la «gracia de santificación», «en virtud de la cual, y a lo largo de toda su vida, el presbítero recorrerá su propio camino de santificación como cristiano ordenado» (p. 170). El autor otorga una especial relevancia a esta segunda dimensión que ha sido menos pensada y tenida en cuenta en la profundización teológica. El último tramo de este volumen es más breve y recoge sugerencias para la renovación del ministerio del orden y para la vida de los presbíteros: «Indicaciones para el camino» (pp. 197-211). Se habla de la comunión, de la urgencia educativa, de la caridad pastoral y de la dimensión misionera. El libro concluye con un “Elenco de fuentes” (pp. 211-214), una “Bibliografía” que recopila la literatura propiamente teológica (pp. 215-231) y un “Índice onomástico” (pp. 233-242). Son herramientas muy útiles. En definitiva, el profesor Richi, conocido por sus apreciados estudios sobre el último concilio, por su cercanía al P. Marie-Joseph Le Guillou, OP, y por sus fecundos años de docencia e investigación, con esta provechosa monografía contribuye brillantemente a la actualización de la teología del ministerio orde - nado. Para ello brinda una nítida visión de conjunto de la misma, marcada por el Vaticano II y enriquecida con la reflexión de la «sinodalidad» para responder al momento presente. Al terminar de recorrer estas páginas, beneficiosas por la enjundia y hondo calado de su contenido, el lector capta que «los presbíteros son, generalmente, hijos agradecidos que viven gratuitamente como padres al servicio de sus her- manos. Y ello, como dice bellamente el número 17 de Lumen gentium, dedicado a la misión, para la gloria de Dios, confusión del demonio y bienaventuranza del hombre» (p. 209). No dudamos en calificar este libro como altamente recomendable por la sabiduría de sus reflexiones y el acierto de su exposición. Es realmente loable el talento con el que Gabriel Richi comunica. Armoniza diestramente en su estilo la seriedad, la erudición y el esmerado rigor científico, sin por ello dejar de ser accesible, pedagógico y dotado de fina sensibilidad.
Agradecemos a la editorial Didaskalos el que haya incorporado a su catálogo este meritorio volumen, que pone un rico material de estudio a disposición de los agentes de pastoral, quienes seguramente lo considerarán como un sustento gustoso para su plegaria, crecimiento espiritual, formación continua y servicio eclesial.
Fernando Chica Arellano