Reseña del libro de Juan José PÉREZ-SOBA, La caridad. El camino mejor en la amistad con Cristo
El doctor Juan José Pérez-Soba Diez del Corral es catedrático en la Facultad de Teología de la Universidad san Dámaso de Madrid y autor de numerosos libros y artículos sobre temas relacionados con el amor humano, la teología del matrimonio, la familia... Es, sin duda alguna, una autoridad en el campo de la teología moral. Ya desde su tesis doctoral el tema del amor ha estado en la base de sus intereses. Durante los años de su fecundo magisterio en diversas universidades ha escrito copiosamente sobre este relevante argumento. Entre sus brillantes consideraciones y propuestas merecen destacarse dos significativos volúmenes, publicados casi como dos partes de una misma obra: El amor. Introducción a un misterio (Madrid, BAC, 2011) y Creer en el amor. Un modo teológico de conocimiento (Madrid, BAC, 2014). Son solamente un botón de muestra para comprender que con el presente trabajo nos hallamos ante una monografía de madurez, preparada por una serie de atinados estudios que han permitido al autor profundizar con esmero y meticulosidad sobre una cuestión de tanto calado como la virtud de la caridad.
El volumen que nos ocupa se estructura en seis capítulos con una introducción y una conclusión. La introducción pretende rescatar un horizonte teológico que ponga el amor en el centro (pp. 11-26). Sin embargo, ésta no ha sido la tónica general de la teología en los últimos decenios. Pérez-Soba bosque-ja, por el contrario, una teología que parte de la experiencia del amor. Más en concreto, su pensamiento arranca del encuentro con Cristo, porque sólo desde Él se puede hablar con pro-piedad de la caridad cristiana, del amor entregado por Dios. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una idea, sino por el encuentro con Cristo, nos repite convencido nuestro autor, parafraseando Deus Caritas Est, 1. En este sentido, la propuesta del autor asume como eje el “seguimiento de Cristo”, esa relación personal que no se puede sustituir por nada, y que debe ser la médula de todo esfuerzo por pensar la fe, por aclararnos el marco de la fe. Este libro nos invita, pues, a tomar el “mirar a Cristo” como hermenéutica de la teología moral y de la contextura de una vida virtuosa. Para roturar con esperanza nuestro camino hay que tener “fijos los ojos en el que inició y completa nuestra fe, Jesús” (Heb 12,2).El capítulo primero se titula “El camino mejor: la revelación de un amor” (pp. 27-88). En estas páginas el autor, siguiendo el famoso himno de la primera carta de san Pablo a los Corintios (13,1-13), trata de explicar que comprender la caridad exige entrar en una lógica nueva, la lógica del “don”, que no es la del “poseer” y “abarcar”, sino la del recibir y darse. Se hace necesario por ello un camino.
Ese camino parte del Amor originario, del “haber sido amados”: soy amado, luego existo. Frente a la interpretación romántica de la experiencia amorosa, Pérez-Soba nos quiere hacer caer en la cuenta de la importancia de la “fe en el amor”, de la solidez de una experiencia sobre la que se puede construir una vida. Esto es así porque el amor se cimienta en una presencia, en una presencia personal, no en una idea o un sentimiento. Naturalmente, la senda de este amor es exigente y pide una purificación: “un camino de purificación en el amor que nos muestra el amado” (p. 58). Ese camino debe llevar a transformar, porque el amor es transformativo, al hombre de forma que pueda entrar en la alianza, en el “Dios de la alianza”. El autor nos propone así recorrer “un itinerario muy hermoso, con pasos exigentes; pero reveladores de un amor donado y que nos transforma en un dinamismo creciente” (p. 84).El capítulo segundo se titula “Amor a Dios y amor al prójimo. El amor de Jesucristo” (pp. 89-150).
El Señor en los evangelios señala estos dos preceptos como el “mandamiento central” de la ley. Y luego las tradiciones paulina y joánica desarrollan esta perspectiva, pero, ¿cómo se conjugan ambas vertientes? ¿Cómo comprender el mandato del amor? ¿Se puede mandar el amor? Y también, ¿se debe amar a todo prójimo de igual manera? ¿Hay alguna prioridad en la forma del amor a los padres, por ejemplo? A partir de lo sembrado en el capítulo anterior, Pérez-Soba puede ahora responder a estas preguntas con solvencia. Parte para ello de que el amor es integrativo y no dialéctico, de que es una respuesta y un camino y, sobre todo, de que, como amor cristiano, es el mismo amor de Jesucristo en nosotros. El tema del “amor a los enemigos” queda también enfocado en este capítulo desde una perspectiva integral, de modo que se puede seguir afirmando que el amor más grande es el que se da entre los amigos, aunque el amor a los enemigos sea un signo más visible de caridad, en la medida en que busca hacer amigo al enemigo (cfr. pp. 146-149).
El capítulo tercero es “¿Agape versus Eros? La integración humana del amor y la unidad de vida” (pp. 151-189). El au-tor se embarca aquí en la clarificación de un punto suscitado desde antiguo entre la dinámica griega del eros y la dinámica cristiana del agape. ¿Hay contradicción entre los dos o es posible una línea de entendimiento? Es sabida la respuesta que dio Anders Nygren a esta pregunta, exacerbando la distancia entre ambos modos de amar. Pérez-Soba consigue acercarnos a una integración en la que, al mismo tiempo, se percibe la novedad del amor cristiano, del agape revelado.
El cuarto capítulo se titula “El amor como don, la fuente que salta hasta la vida eterna: «Si conocieras el don de Dios»” (pp. 191-224). ¿Puede ser el amor “interesado” o hay que pensar, más bien, que no busca nada, que no tiene “intereses”? El problema se plantea en la dinámica del don y su gratuidad. Pérez-Soba nos acerca a una respuesta con inteligencia, par-tiendo de los resultados obtenidos en los capítulos anteriores, sin negar la importancia del “bien” dentro de la dinámica del don, ni caer en una respuesta del puro interés en la relación. Finalmente el capítulo desemboca en el tema del “perdón”, que es el don por antonomasia, el don gratuito y gracioso por excelencia.“ La caridad, madre y forma de las virtudes, genera el orden de nuestras acciones” (pp. 225-263) es el título del quinto capítu-lo. El autor aclara aquí el estatuto de la “caridad” como virtud.
En el último capítulo, “La eucaristía, sacramento de caridad, fuente de santidad para los diversos estados de vida en la Iglesia” (pp. 265-290), nos situamos en la misma fuente de la vida de caridad, en la fuente eucarística, que hace concreto el don del amor, que lo hace sacramental, como vida y presencia de Cristo. La conclusión que ofrece el libro no es un resumen, sino, más bien, una proyección hacia delante: “Permanecer en la caridad” (pp. 291-299), como tratando de indicar la vida que surge de todo lo que se ha ido aportando en el recorrido.
En definitiva, estamos ante una obra de denso contenido, minuciosamente vertebrada y cuyos razonamientos hacen que no sea apta para un lector no introducido ya en los temas de los que trata. La aportación del autor es ciertamente valiosa, bien fundamentada con enjundiosos recursos literarios, filosóficos y teológicos, puestos en juego con originalidad y de manera elocuente, erudita y sólida. El resultado de todo el es-fuerzo intelectual realizado por el profesor Pérez-Soba en su exposición es altamente encomiable. Más aún, nos parece importante y decisivo en el ámbito de la teología moral, disciplina que frecuentemente se ha alejado del tema del amor y no ha comprendido la envergadura que tiene en todo planteamiento teológico y espiritual.
Con todo, repito, es un texto arduo por la cantidad de referencias y porque el periplo propuesto por el autor no es lineal, sino que se despliega en círculos concéntricos. Con ello, sin duda, se consigue una mayor belleza en el desarrollo, pero a la vez se complica un tanto la comprensión del hilo conductor de los enunciados. Esa dificultad, lejos de arredrar al lector, ha de llevarlo a una acción de gracias por esta espléndida publicación. Gratitud que ha de extenderse a la editorial Didaskalos, que ha acertado plenamente incorporando a su nutrido catálogo un estudio tan serio como éste, que saca a la luz una visión en la que la caridad tiene la primacía en el hontanar y el fin de toda la moral cristiana, indicando de este modo que la misma “no puede proponerse sólo bajo la categoría de precepto” (Veritatis splendor, n. 23).
Compete ahora a nosotros, con pujanza urgente, el quehacer de testimoniar dicha caridad. Se cumplirá así el anhelo del papa Benedicto XVI: “El mundo espera el testimonio del amor cristiano que está inspirado en la fe. En nuestro mundo, tantas veces tan oscuro, con este amor brilla la luz de Dios” (Benedetto XVI, Presentazione della “Deus Caritas Est” scritta dal papa per il numero 6/2006 della rivista “Famiglia Cristiana”, 31 gennaio 2006).
Fernando Chica Arellano